Esta imagen me recuerda a algo que leí hace años y que adapto a mi estilo y mi imaginación:
“Aquella noche me sonrió y me dijo prepárate para mi tortura. Sin mediar más palabra me desnudó, me obligó a tumbarme sobre la cama y sacando unas esposas que tenía escondidas bajo el almohadón, me ató al cabecero de la cama.
Entonces encendió unas velas que fueron toda iluminación a partir de ese momento y se desnudó bajo mi atenta mirada. Lo hizo despacio, como disfrutando de sentirse desnuda y observada. Sin prisa, dejando la ropa con cuidado sobre la mesilla mientras de reojo observaba mi reacción.
Yo estaba expectante y excitado. Se acercó y me besó ligeramente los labios antes de empezar a recorrer toda mi piel con los suyos. El cuello. El torso. Mis pezones. Mi vientre. Mis muslos. Mis testículos. Mi verga.
Despacio. Siempre despacio.
Los labios dejaron paso a la humedad de su lengua, de nuevo desde el cuello y recorriendo cada centímetro de mi, excitando mi dermis con sus húmedos movimientos, pero cuando llegó a mi erección apenas rozó mi glande y me dijo sé que deseas sentir más, pero tendrás que esperar.
Apenas rozaba mi capullo húmedo y rezumando excitación mientras embadurnó sus manos con lubricante y comenzó a masajear mis testículos. Sus movimientos avanzaron por mi perineo y sus dedos jugaban con mi ano cuando me musitó esto te pone cachondo perdido ¿verdad?.
Yo estaba tremendamente excitado y supliqué cómeme, tócame o súbete y fóllate. Pero siguió como si nada, acariciando y lamiendo tenuemente del orificio de mi capullo el licor que delataba mi excitación.
Entonces ella se incorporó, se puso a horcajadas sobre mi, ascendió sobre mi pecho hasta agarrarse al cabecero y acercar el sexo a mi cara y con voz autoritaria decirme lame.
Su coño empapado me supo delicioso, y lamerlo durante unos minutos y sentir su orgasmo me hizo sentirme desesperadamente excitado, pero cuando volvió hacia mi entre pierna, en vez de dedicarse a mi, alcanzó su bolso y sacó algo que al principio no pude distinguir. Lo estuvo manipulando un instante y de repente note un sonido y una vibración.
He comprado una cosa, a ver si es tan divertida como dicen.
Noté una vibración por mis huevos. Era rítmica e intensa y ella jugaba con la presión sobre mi piel. Luego lo acercó a mi capullo y alcancé a ver un vibrador de color azulado, ligeramente curvado y de un tamaño algo menor que mi polla pero igual de grueso.
La sensación me hizo dar un respingo: mi sensible piel necesitaba estimulación y mi cuerpo un orgasmo. Moví mis caderas para sentir más pero ella lo retiraba. No podía y rogué déjame correrme.
Ella río, volvió a pasar el vibrador por mi escroto y acercándolo a mi ano presionó muy ligeramente, lo justo para que lo sintiera y arrancarme un gemido dijo esto no es para ti. Inmediatamente se puso de nuevo a horcajadas sobre mi vientre, y asegurándose de que la podía ver bien, comenzó a rozar el juguete sobre su clítoris, echando la cabeza hacia atrás, y me ofreció el más delicioso y torturante espectáculo teniendo las manos atadas: jugando con la intensidad y presión, se proporcionó un orgasmo mientras investigaba los diferentes ritmos de vibración. Luego se incorporó un poco y sin pudor, comenzó a follarse y a cabalgar sobre el aparato que sujetaba con una mano y sobre mi vientre mientras con los dedos de la otra acariciaba su clítoris.
Se corrió de nuevo. Yo rogaba. Volvió a correrse. Rogaba. Mi polla iba a reventar. Necesitaba correrme. Ella disfrutaba de tenerme así. Se giró, de puso sobre mi de manera que pudiese ver bien sus nalgas y su culo y sacó de nuevo algo del bolso: un plug con una piedra de cristal azul oscuro en la base.
Sin remilgos lo hundió en su vagina, lo lubricó con su excitación y lo dejó sobre mi pecho mientras aplicaba lubricante sobre sus dedos, los acercó a su ano y lo lubricó bien antes de tomar de nuevo la joya e introducirla lentamente en su ano.
Verla así me tenía excitado como nunca. Y esa privación de movimientos y de placer me estaba volviendo loco.
Ella sabía como ponerme aún más loco: cogió de nuevo su vibrador, y con su ano enjoyado y su coño a escasos centímetros de mi cara, comenzó a penetrarse y masturbarse de nuevo.
Perdí la cuenta del tiempo y de sus orgasmos. Estaba bajo su control.
¿Cuánto más me vas a tener así? Le dije.
Entonces se recostó junto a mi, sonrió, y susurró ahora elige tú cómo quieres correrte.”